La vida y muerte de los microbasurales y vertederos ilegales

En la víspera del día mundial del reciclaje, viajaremos por la ruta de la basura, conoceremos sus fortalezas, debilidades y cómo erradicar paso a paso los sitios ilícitos donde se depositan los residuos de las ciudades.


En 2021, a través de una consulta horizontal con los gobiernos municipales, se lograron registrar 3.735 vertederos ilegales y microbasurales, además se estima que ocupan una superficie de 1.444,08 hectáreas en todo el país. Sin embargo, la región Metropolitana concentra la mayor cantidad de sitios con 931, un 24,93% del total nacional, seguido por la región de Valparaíso con 603 sitios o un 16,14%. Pero, ¿de dónde viene la basura de los microbasurales y vertederos?

Primero debemos diferenciar a un microbasural como un sitio eriazo menor a una hectárea, mientras que un vertedero ilegal es un sitio eriazo mayor a una hectárea donde se han  dispuesto materiales sólidos sin las protecciones para el medio ambiente ni sus habitantes.

Si bien las 345 municipalidades del país se rigen por normas y códigos sanitarios, además de una ley de rentas municipales que permite el cobro por los servicios de recolección y disposición de residuos, el sostenido crecimiento urbano ha incrementado también el uso y descarte de materiales o desechos sólidos. Según proyecciones del CENSO (2017), sólo en la región Metropolitana habitan 8,2 millones de personas, eso equivale a 9,758 toneladas de basura diarias que deben ser recolectadas por empresas privadas o mediante gestiones municipales.

El informe del Estado del medio ambiente (2020)  destaca que en el año 2018 se generó un total de 19,6 millones de toneladas de residuos sólidos en el país, donde un 55% fue de origen industrial y un 42% de origen domiciliario (gestión municipal). De esta cantidad sólo un 22% fue revalorizado, mientras que el 78% fue descartado, aumentando la prevalencia de microbasurales y vertederos ilegales.

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El problema de la basura puede ser analizado desde diversas aristas, una de ellas es la estructuración urbana, que genera territorios propensos a la acumulación de basura, ubicados en zonas donde habita la población más vulnerable; en la región Metropolitana, Renca, La Pintana  y Maipú son las comunas que más albergan sitios eriazos para la disposición ilegal de materiales sólidos. Asimismo en la región de Valparaíso las comunas de Valparaíso, Casablanca y Puchuncaví enfrentan sus propios desafíos con los sitios ilegales para la disposición de residuos.

Otra visión de esta problemática es la estigmatización de las y los habitantes que residen en aquellos territorios destinados para la acumulación de basura, quienes suelen ser asociados con prácticas poco higiénicas. Más allá de la problemática de identidad cultural, la presencia de estos sitios denota un deterioro del paisaje urbano y rural, creando serios problemas de salud pública; como la presencia de malos olores, plagas y contaminantes biológicos desconocidos, contaminación del  suelo y el subsuelo , y contaminación de las aguas subterráneas en sectores más periféricos de la ciudad.

En el actual contexto de crisis climática, la presencia de estos sitios en zonas con población vulnerable y/o rural agrava la emanación de gases contaminantes, promueve la generación de lixiviados que percolan en el suelo y contaminan las aguas, también degradan las propiedades y la fertilidad del suelo, y alteran la capacidad de regeneración de los ecosistemas. ¿Qué podemos hacer para enfrentar esta problemática?

Desde 2016 está en vigencia la ley de Responsabilidad Extendida al Productor, o ley REP, que regula la adecuada gestión de ciertos residuos de gran volumen, producción e impacto en el medio ambiente a través de metas y desafíos propuestas por el Ministerio del Medio ambiente: la base de esta ley es el rediseño del producto para así facilitar su gestión final. Hasta la fecha ésta exige a las empresas productoras o importadoras de productos prioritarios, tales como aceites lubricantes, baterías, pilas, neumáticos, eléctricos y electrónicos, envases y embalajes, financiar la correcta gestión de sus productos conjunto a un sistema de recicladores de base y empresas privadas.

Pese a esto, la educación ambiental es primordial para modificar nuestros hábitos al momento de consumir, fomentando en las y los ciudadanos reducir el consumo de productos desechables, priorizando la reutilización, reparación, renovación y recuperación, dejando como última opción el reciclaje, el cual debe ser correcto para su gestión. Con esto no le obligamos, querido lector y lectora, a cambiar drásticamente su estilo de vida, sino que le invitamos a unirse al cambio, cuestionando diariamente lo que consumimos y cómo lo consumimos, transformándonos de a poco en el y la ambientalista imperfecta que el planeta necesita.

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